grabaron de la violación: “En cualquier caso, daño, dolor durante ese episodio ha quedado claro que no sintió usted”(1).
La aberrante sentencia contra “La
Manada”, no es, lamentablemente, una injusticia aislada: varias sentencias nos
alertan sobre la banalización del terror machista, barbarie que nos vulnera a
todas las mujeres. Dos ejemplos, de miles, alumbran un panorama de relativa
impunidad y tolerancia para la Violencia machista:
1. Viola y asesina a Nagore, pide ayuda
a un amigo para desaparecer el cadáver: cumple 8 años de condena por
“homicidio”, y ya está libre, ejerciendo como siquiatra, es de familia
adinerada. El problema es el carácter machista y clasista de numerosas
sentencias.
2. Violan entre 5, lo graban, se jactan
en chats, hablan de llevar burundanga para las violaciones; los condenan solo
por “abuso”, 9 añitos: dos de ellos son miembros de “las fuerzas del orden”. El
problema es el carácter machista y clasista de numerosas sentencias (en este
caso, si bien los criminales no son de familias adineradas, dos de ellos pertenecen
a las fuerzas que el gran capital protege).
A Yllanes lo condenaron a una pena
pírrica por violar, asesinar e intentar desaparecer a Nagore; la madre de
Nagore expresa: “Yo
sabía que él tenía que salir de la cárcel, en este país depende de qué
clase social seas tendrás un trato u otro; por ser quién es, él ha
tenido unos privilegios impresionantes, si le llegan a condenar por asesinato
hubiese estado mucho más tiempo.(…) Si yo fuese un ministro y una persona sin
poder social mata a mi hija, [esa persona] hubiera estado mucho más tiempo en
la cárcel. (…) No puedo entender cómo puede ejercer [como siquiatra] (…) Matar
a mi hija le ha salido muy barato(…) Aquello no fue un omicidio, fue un
asesinato pero miraron para otro lado“
A la luz de innumerables sentencias que
le brindan impunidad relativa o absoluta a violadores, pareciera que al Aparato
Judicial del binomio indisociable Capitalismo-Patriarcado le importamos poco
las mujeres de la clase explotada, y menos cuando entre los violadores hay
miembros de la oligarquía, o miembros de las “fuerzas del orden”; el Aparato
Judicial es obediente a un sistema cuyos medios masivos difunden incesantemente
machismo y violencia contra las mujeres, unos medios que hacen del porno, la
cosificación de la mujer, la banalización de la tortura y la violencia, su
tarea diaria, omnipresente. Es el mismo Aparato Judicial del Capitalismo que
brinda impunidad para los que roban por millones, mientras condena a cantantes:
hay más de una docena de músicos enjuiciados por cantar contra la injusticia
social, por cantar contra los deshaucios de miles de familias, por cantar
contra las guerras imperialistas, por cantar contra la aberrante promoción del
machismo y del racismo(3). Pablo Hasel, uno de los cantantes
condenados, expresó: “La
Manada cumplirá sólo 6 años de prisión por una brutal violación en grupo. Yo
pasaré casi lo mismo, 5 y medio, por hacer canciones y tuitear contando hechos
probados”(4). La “Justicia”, por
violar y asesinar condena a algunos, a pocos años; es esa misma “Justicia” que
pide condenas de hasta 60 años para los jóvenes de Altsasu, por una pelea en un
bar, en la que No hubo, ni violación de nadie, ni asesinato de nadie, ni
intento de desaparición de cadáver, ni nada de eso(5). Podría parecer que la
medición de lo que constituye “violencia” está gravemente
afectada de doble rasero. Con relación a la violación, causa estupor que la
violencia inherente al allanamiento del cuerpo de una mujer, no sea condenada
como tal.
Es evidente que hay un problema de
doble rasero, que es político; y que el problema de la impunidad relativa o
absoluta brindada a violadores e incluso a violadores asesinos, no se soluciona
con la cadena perpetua; pero la derecha aprovecha todo crimen para reclamarla,
alistando todo su Aparato mediático en ese sentido: es bien sabido que el
endurecimiento represivo obedece a una sociedad profundamente injusta, que en
vez de solucionar las causas profundas que generan barbarie, busca encerrar a
algunos de los que ejercen barbarie (si no son parte de la clase explotadora),
mientras sigue en pie la generación continua de la barbarie. Como ejemplo
paradigmático de la nula eficacia de las políticas represivas que reclama la
derecha, que nunca contemplan las causas de la barbarie, tenemos a Estados
Unidos: país que tiene cadena perpetua e incluso pena de muerte, pero en el que
se produce una violación por minuto, y en el que los asesinatos son legión. El
endurecimiento represivo será utilizado para reprimir protestas, huelgas,
libertad de expresión, etc. La solución a tanta barbarie no se encontrará sin
ir a las causas profundas que la generan: hay un problema sistémico. El
problema de la abundancia de violadores, asesinos, torturadores, tiene que ver
con un sistema que inyecta, incesantemente, a través de sus medios, paradigmas
de explotación y sumisión (como el machismo y el racismo); un sistema cuyo
Aparato Cultural bombardea la empatía y banaliza la tortura, porque la
perpetuación del Capitalismo requiere la que la perversión de sus mecanismos
estructurales (explotación y saqueo) sea normalizada. El Capitalismo requiere,
para perpetuarse, fomentar jerarquizaciones y divisiones de odio en el seno de
la clase explotada, para debilitar a esta, y dirigir el descontento social que
provoca la explotación capitalista y el empobrecimiento correlativo, hacia
enemigos equivocados (creación de chivos expiatorioscomo la figura
del “malvado
extranjero que roba trabajo”, o de la “malvada mujer que
hay que castigar”,
aberraciones profesadas, de manera insidiosa, pero constante, por la
propaganda). Dentro de ese marco analítico, se comprende que el problema del
carácter clasista y machista que campea en numerosas sentencias, es un problema
que tiene que ver con la fibra y funcionalidad del Aparato Judicial.
En la sentencia contra La Manada, a la
víctima sobreviviente a una violación múltiple se le recrimina el no haber
peleado de manera notable: esto raya en el cinismo, cuando se conoce que la
tortura padecida durante una violación genera en ocasiones una disociación, y
graves lesiones psicológicas; se sabe que el terror de perder la vida, que
puede sentir una víctima de violación, puede paralizar sus reacciones, y que el
no golpear a unos agresores cuya fuerza es muy superior, significa también una
estrategia de supervivencia. Pero todos estos hechos, abundantemente explicados
por la psicología y de obvio sentido común como estrategia de supervivencia,
fueron aterradoramente obviados. Asociaciones de psicología advierten sobre la
gravedad de revictimizar a las víctimas en juicios y sentencias que intentan
quitar el foco de atención de los agresores, culpabilizando a las víctimas;
advierten sobre las graves secuelas que estos procederes dejan en las víctimas,
y sobre el mensaje de desprotección que lanzan a todas las mujeres. Los colegios oficiales de psicólogos de
Navarra y Madrid cuestionan el fallo y la concepción del tribunal de“violencia e intimidación”: “En una sociedad en la que existe una
violencia estructural contra la mujer, el debate sobre la intimidación propicia
la idea de la responsabilidad de la víctima a la hora de protegerse de la
violación y distrae el foco del verdadero agresor.” El Colegio de Madrid expresó
que “cuestionar
la conducta de la víctima” supone una“revictimización con tantas o más
repercusiones y secuelas que la primera” y señaló que “no existe una única respuesta
emocional ante una situación tan grave como lo es la violencia sexual y por lo
tanto no se puede juzgar en relación a este concepto”(6).
La sentencia contra La Manada expresa
que el crimen fue “abuso”, y se basa para ese dictamen en la supuesta “ausencia
de violencia”: ignorando que la violencia reviste muchas formas, ignorando la
desproporción de fuerzas, ignorando que la violación siempre constituye, per
se, Violencia. La penetración del cuerpo de una mujer sin que ella lo
desee, sin su consentimiento explícito, es en sí violencia y violación, el
saqueo del cuerpo de la mujer es violencia, si además el saqueo y tortura es
perpetrado por un grupo de violadores, la barbarie se multiplica: la sentencia
a La Manada indigna porque rebaja la condena a “abuso”. Las violaciones se
gestan en una cultura machista (que difunde incesantemente el Aparato Cultural
del capitalismo), y son amparadas por la impunidad relativa o absoluta.
Esa abyecta “Manada” es apenas la punta visible del iceberg, porque solo un porcentaje ínfimo de la cantidad de mujeres violadas denuncia, según reportan asociaciones de derechos de la mujer: constatar la clemencia o impunidad relativa que les brinda la “Justicia” a los violadores, y tener que enfrentar, como víctima denunciante, juicios en los que a la mujer se la busca degradar por todos los medios, como estrategia de la defensa de los violadores, son factores que hacen desistir a muchas mujeres de llevar adelante una denuncia. En ocasiones, la suspicacia y saña contra la víctima es tal, que pareciera que el “juicio” se lo hacen a ella, antes que a los agresores: interrogatorios extenuantes contra la víctima, y hasta utilización de la capacidad de resiliencia de la víctima, para poner en tela de juicio sus palabras, son mecanismos ejercidos por un pertinaz prejuicio machista, en el que incurren, incluso en ocasiones, los mismos jueces. En la sentencia contra la Manada, según la “Justicia” “no es violencia sexual” el que una manada de tipos te violen y penetren tu intimidad, que te penetren anal, vaginal y oralmente sin tu consentimiento. Que 5 tipos eyaculen dentro de ti su indeseado semen y abuso de poder, que te usen como si no fueras una persona, que te torturen, que te dejen rota por dentro, parece ser que para algunos jueces “no es violencia” (habría que ver qué opina la inmensa mayoría de las personas: si les parece menos violencia ser penetradas analmente contra su voluntad, o una cachetada)… Los miembros de “La Manada”, jactándose en chats, dejaron otra evidencia del carácter criminal de su accionar:
“follandonos a una entre los 5, jajaja, todo lo que cuente es poco, puta pasada de viaje. Hay vídeo.”
“¿Llevamos burundanga? Tengo reinoles tiraditas de precio. Para las violaciones”.
“Hay que empezar a buscar el cloroformo, los reinoles, las cuerdas… para no cogernos los dedos porque después queremos violar todos” (esto último expresado por uno de sus interlocutores) (7).
Se ve el allanamiento de una mujer en los vídeos filmados por La Manada, hay chats incriminatorios que evidencian modus operandi y premeditación para violaciones (burundanga, cloroformo, cuerdas, etc). Además de lo anterior está la víctima, esa víctima que tuvo que soportar que se la “juzgue” a ella, ya sea mediáticamente, o durante el juicio. La sentencia a la Manada, al no llamar las cosas por su nombre (Violación, Violencia Sexual), no solo agravia a la víctima, sino a todas las mujeres.
Uno de los jueces, el que pedía la absolución de los 5 criminales, parece no dar crédito a las palabras y sufrimiento de la víctima, y dice: “Lo que me sugieren sus gestos, expresiones y los sonidos que emite son de excitación sexual”. Ese juez expresa que lo que él ve en los vídeos y fotografías es: “(…) una desinhibición total y explícitos actos sexuales en un ambiente de jolgorio y regocijo en todos ellos”(7).
Cuánto daño le hace la pornografía a la sociedad, qué grande es la herida que nos inflige a las mujeres el Aparato Cultural de un sistema que promueve misoginia, que banaliza la tortura y el terror machista. La violación es tortura y es violencia: siempre.
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