La red informática del Parlamento británico registró 24 473 intentos de
acceso a páginas pornográficas de Internet entre junio y octubre de 2017, lo
que representa una media de casi 160 páginas por sesión, según datos oficiales
revelados el 8 de enero de 2018, y recogidos en una información del diario
francés Nouvel Observateur.
Damian
Green
Según responsables de la informática parlamentaria, no todos los
intentos de conexión “son voluntarios” y, en todo caso, los políticos no pueden
acceder a esas páginas porque los contenidos pornográficos están bloqueados en
la red del Parlamento, a la que están conectados 8500 ordenadores y que
utilizan los políticos, sus ayudantes y el personal administrativo.
Evidentemente, la contemplación de imágenes pornográficas, como de
cualquier otro tipo, forma parte de la libertad personal de los parlamentarios
británicos y del resto de los seres humanos. Lo que resulta chocante es que a
sus señorías les vengan las ganas de hacerlo en las sesiones donde se debaten y
se aprueban o rechazan leyes y normas, cuando deberían centrarse en la tarea
por la que reciben un salario nada despreciable, que sale de los bolsillos del
contribuyente.
La cifra de intentos efectuados por sus señorías para visitar
páginas pornográficas la ha conseguido la Agencia Press Association, tras
formular una solicitud amparándose en la ley de libertad de información de 2000
que permite el acceso a documentos administrativos. Su distribución a la prensa
coincide con el hecho de que en las últimas semanas también la clase política
británica, como la de otros países -y también artistas, productores y
empresarios del mundo del espectáculos, se ha visto salpicada por algunos
escándalos de acoso sexual.
En diciembre de 2017, el
viceprimer ministro Damian Green se
vio obligado a dimitir después de que se supiera que había mentido en relación
con las imágenes pornográficas que guardaba en su ordenador, cuando aseguró que
ni las había descargado personalmente ni tampoco las había visto.
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