La
ciencia económica se ha deslizado hacia el capitalismo. ¿Está equivocada?
Está equivocada de contenido y de
nombre. El enfoque predominante actual es el de los objetivos financieros, el
beneficio…De hecho, no es ciencia económica, sino ciencia crematística. La
economía debe tratar, en primer lugar, de la felicidad y el bienestar de las
personas, del bien común. Y el dinero solo debe ser un medio para ello. Pero si
el medio se convierte en el fin, por definición ya no es economía, sino
capitalismo. La economía de verdad pondría todos sus activos en el bien común.
En
la actualidad, se mide el éxito de la sociedad se mide de acuerdo al éxito de
la empresa, pero teniendo en cuenta valores como la competitividad y no la
ética.
Es el dominio del capitalismo. Es
algo anticonstitucional. Repasando las constituciones de los países
democráticos hay unanimidad en que lo importante es el bien común, el bien
general y explican que el capitalismo es un medio para conseguir ese fin. Y yo me
pregunto entonces: ¿Dónde está el balance del bien común que es obligatorio
para las empresas?
Lleva
predicando por el bien común desde hace años. Cuando echa la vista atrás, ¿qué
sensación le queda?
Es una cuestión de tiempo regular el
capitalismo y encaminarlo hacia el bien común. Pero es algo que no sé si lo
podremos conseguir en los próximos tres o 30 años. Hago lo que hago porque me
parece justo, correcto y me da libertad para comprometerme por los valores que
considero apropiados. No es el éxito a corto plazo lo que me guía ni me motiva.
¿Se
trata de ganar menos dinero?
Los ricos son los que tienen que
ganar menos, pero los pobres sí deben consumir más. Hay que repartir los
recursos de la tierra de una forma equilibrada entre todos sus habitantes. Es
un derecho humano ecológico. Cada vez que realizamos una compra habría que
abonar un precio ecológico al igual que un precio financiero. Al igual que nos
damos cuenta cuando la cuenta financiera está vacía, si también hay una cuenta
ecológica vacía nos preocuparíamos. La idea es que aquellos que hoy se están
pasando ya no tendrían capacidad de compra ecológica. Pero los que consumen
menos de lo que es posible pueden consumir más.
¿Qué
lecciones se han extraído de la crisis?
Desde China a Estados Unidos, la
desigualdad es excesiva, pero no veo ningún parlamento del mundo que la limite.
En cambio, sí que hay parlamentos regionales que caminan en esa dirección. Por
eso hemos propuesto que sean los ciudadanos soberanos los que tomen la decisión
de terminar con la desigualdad. Su deseo es que como mucho haya una diferencia
de 10 a 1 entre el que más cobra y el que menos. En las cuestiones de
limitación de poder, la democracia indirecta fracasa. Para eso hace falta la
democracia directa.
Los
políticos tienen miedo a esa fórmula.
No todos. Es una cuestión de tiempo.
La democracia directa no reemplaza a la indirecta. Solo añade un elemento más,
dando a los ciudadanos el derecho de cambiar o, incluso, vigilar la
Constitución.
Parece
que la educación también se ha contagiado de los valores del sistema
capitalista, promocionando solo a los mejores.
El problema empieza con la ciencia
económica, que no enseña las alternativas. Hay un pensamiento único, por eso es
una ideología. El problema es que en la escuela primaria y secundaria en lugar
de educar a seres humanos autónomos, con voz propia, con competencias
democráticas, emocionales y de comunicación la tendencia es producir engranajes
para la máquina capitalista.
¿Cómo
se puede cambiar?
Los afectados son los que tienen que
intervenir directamente en el sistema educativo. El único que no está afectado
es el Ministerio de Educación y es el que precisamente se encarga de diseñarlo
todo. En la democracia soberana serían los padres, los estudiantes, los
profesores y algunos agentes más los que diseñarían las pautas del sistema
educativo. Seguro que no se planteaban producir engranajes para el sistema
educativo, sin empoderar seres humanos autónomos.
La
escuela fomenta la competitividad en la peor acepción del término.
En latín la palabra competencia
significa buscar juntos, pero la escuela está educando para que cada uno busque
el éxito a costa del otro. Justo al contrario de los valores constitucionales,
que son la solidaridad y la cooperación.
En
su último libro ‘Por un comercio mundial ético’, se pregunta cómo ha podido el
libre comercio convertirse en la religión de nuestra era.
Trato de demostrar que el libre
comercio extremo está destrozando todos nuestros valores. Lo podríamos llamar
comercio neurótico, pero no libre. El comercio ético es una alternativa porque
considera al comercio como un medio para servir al bien común. Las empresas
cuando quieren acceder al mercado mundial ético tienen que presentar un balance
del bien común, en qué medida sirven a los derechos humanos, al distribución
justa, al medio ambiente….Cuanto peor son estos parámetros menos libre resulta
el comercio. Los productos tendrían que mostrar toda su trayectoria, desde
dónde se fabrican hasta los impuestos que la empresa paga. Todo eso se evalúa y
la puntuación que se obtiene del bien común lleva a aranceles e impuestos
diferenciados a las empresas o la prioridad en la contratación pública.
Algunos
países propugnan el libre comercio, pero defienden con firmeza el
proteccionismo.
Proteccionismo es un término
equivocado. Podría significar protección de industrias jóvenes, tecnologías
delicadas encaminadas al bien común, pero no es así. Pero el proteccionismo se
ha convertido en un fin en sí mismo. Es un extremo que no tiene sentido. Tanto
el libre comercio como el proteccionismo adolecen de los mismos excesos. El
comercio puede ser beneficioso y la protección también, pero el comercio en sí
mismo no es una finalidad, como tampoco lo es el cierre de las fronteras.
Nadie
parece dispuesto a regular el poder de las empresas transnacionales.
La fuerza de esas empresas radica en
que ni los gobiernos ni los parlamentos están dispuestos a limitar su poder.
Seguro que los ciudadanos soberanos lo harían sin vacilar, pero no tienen esa
capacidad porque carecen de derechos. Y eso de la democracia representativa a
menudo no funciona.
¿La
globalización es buena o mala?
Es un medio. A veces, mercados
globalizados pueden aportar ventajas, pero lo más importante es tener una
economía local o regional estable, resistente y democráticamente controlable.
Después podremos ampliar relaciones internacionales. Abrir las fronteras al
máximo puede tener efectos nefastos, que pueden ir desde la erradicación de
industrias regionales hasta la corrupción total y el acaparamiento regulador de
los parlamentos.
¿La
figura del arancel es mala por sí misma?
Puede ser neutral, lo mismo que el
interés o el impuesto. Ningún economista dirá que el impuesto es malo de por
sí. Son herramientas de la política económica. El arancel es un instrumento
para encauzar y dosificar las relaciones comerciales. A veces queremos más
comercio porque ayuda al bienestar de las personas, pero en otras ocasiones un
exceso de comercio puede perjudicar. Para que un país no se cierre a las
importaciones y promueva sus exportaciones obteniendo un superávit, un comercio
ético se obligaría a balances equilibrados y no se aumentarían los aranceles.
El límite es no obtener un superávit comercial a costa del otro.
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