derecha y el imperialismo jamás van a aceptar a un gobierno que no se ponga al servicio de sus intereses.
Segundo, hay que estudiar los manuales publicados por diversas
agencias de EEUU y sus voceros disfrazados de académicos o periodistas para
poder percibir a tiempo las señales de la ofensiva. Esos escritos
invariablemente resaltan la necesidad de destrozar la reputación del líder
popular, lo que en la jerga especializada se llama asesinato del personaje
(“character assasination”) calificándolo de ladrón, corrupto, dictador o
ignorante. Esta es la tarea confiada a comunicadores sociales, autoproclamados
como “periodistas independientes”, que a favor de su control cuasi monopólico
de los medios taladran el cerebro de la población con tales difamaciones,
acompañadas, en el caso que nos ocupa, por mensajes de odio dirigidos en contra
de los pueblos originarios y los pobres en general.
Tercero, cumplido lo anterior llega el turno de la dirigencia
política y las elites económicas reclamando “un cambio”, poner fin a “la
dictadura” de Evo que, como escribiera hace pocos días el impresentable Vargas
Llosa, aquél es un “demagogo que quiere eternizarse en el poder”. Supongo que
estará brindando con champagne en Madrid al ver las imágenes de las hordas
fascistas saqueando, incendiando, encadenando periodistas a un poste, rapando a
una mujer alcalde y pintándola de rojo y destruyendo las actas de la pasada
elección para cumplir con el mandato de don Mario y liberar a Bolivia de un
maligno demagogo. Menciono su caso porque ha sido y es el inmoral
portaestandarte de este ataque vil, de esta felonía sin límites que crucifica
liderazgos populares, destruye una democracia e instala el reinado del terror a
cargo de bandas de sicarios contratados para escarmentar a un pueblo digno que
tuvo la osadía de querer ser libre.
Cuarto: entran en escena las “fuerzas de seguridad”. En este
caso estamos hablando de instituciones controladas por numerosas agencias,
militares y civiles, del gobierno de Estados Unidos. Estas las entrenan, las
arman, hacen ejercicios conjuntos y las educan políticamente. Tuve ocasión de
comprobarlo cuando, por invitación de Evo, inauguré un curso sobre
“Antiimperialismo” para oficiales superiores de las tres armas. En esa
oportunidad quedé azorado por el grado de penetración de las más reaccionarias
consignas norteamericanas heredadas de la época de la Guerra Fría y por la
indisimulada irritación causada por el hecho que un indígena fuese presidente
de su país. Lo que hicieron esas “fuerzas de seguridad” fue retirarse de escena
y dejar el campo libre para la descontrolada actuación de las hordas fascistas
-como las que actuaron en Ucrania, en Libia, en Irak, en Siria para derrocar, o
tratar de hacerlo en este último caso, a líderes molestos para el imperio- y de
ese modo intimidar a la población, a la militancia y a las propias figuras del
gobierno. O sea, una nueva figura sociopolítica: golpismo militar “por
omisión”, dejando que las bandas reaccionarias, reclutadas y financiadas por la
derecha, impongan su ley. Una vez que reina el terror y ante la indefensión del
gobierno el desenlace era inevitable.
Quinto, la seguridad y el orden público no debieron haber sido
jamás confiadas en Bolivia a instituciones como la policía y el ejército,
colonizadas por el imperialismo y sus lacayos de la derecha autóctona. Cuándo
se lanzó la ofensiva en contra de Evo se optó por una política de
apaciguamiento y de no responder a las provocaciones de los fascistas. Esto
sirvió para envalentonarlos y acrecentar la apuesta: primero, exigir balotaje; después,
fraude y nuevas elecciones; enseguida, elecciones pero sin Evo (como en Brasil,
sin Lula); más tarde, renuncia de Evo; finalmente, ante su reluctancia a
aceptar el chantaje, sembrar el terror con la complicidad de policías y
militares y forzar a Evo a renunciar. De manual, todo de manual. ¿Aprenderemos
estas lecciones?. http://patriaroja.pe/el-golpe-en-bolivia-cinco-lecciones/?fbclid=IwAR1fOmecLOchPyX-OzhFM_lxbOXFL-UKNjJcm3LLMBWlKp3dogqq94H1jLo
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