Lo más sorprendente de este estallido de solidaridad con un país
que lleva tres años desangrándose en una guerra civil, y en el que 22 millones
de ciudadanos, tres cuartas partes de la población (27,58 millones)
precisa ayuda humanitaria urgente, es que un tercio de los fondos
prometidos, 930 millones de dólares, ya han sido donados por Arabia Saudí y los
Emiratos Árabes (los mismos que figuran en las camisetas del Real Madrid, entre
otras cosas).
El
resto hasta los dos millones deberían proporcionarlo los cuarenta estados y
organizaciones que han asistido a la conferencia de Ginebra, ha precisado la
Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitario (OCHA),
y deberían hacerlo inmediatamente porque, de nuevo en palabras de Guterres, “la
amplitud del sufrimiento que vemos en Yemen necesita una financiación rápida y
completa”; manifestación que ha cerrado con un lamento: “Se necesitan
soluciones humanitarias para las crisis humanitarias”.
Cuando
el conflicto entra en su cuarto año, tres cuartas partes de los habitantes de
Yemen necesitan esa ayuda, 18 millones padecen “inseguridad alimentaria” y, de ellos,
8,4 millones ignoran como podrán conseguir la siguiente comida. La malnutrición
afecta a un millón más de personas cada año, y en el caso de los niños son ya
cerca de tres millones. A esto hay que añadir las epidemias de cólera y
difteria que, desde agosto de 2017, están contribuyendo a diezmar una población
muy tocada. Cada diez minutos muere un niño en Yemen.
Enfangada
en una guerra civil, que se encuentra en el “ángulo muerto” de los intereses de
la comunidad internacional, que ya ha causado más de 10 000 muertos y que tiene
de fondo la rivalidad irano-saudí, Yemen –un país al que los griegos y romanos
llamaban “la Arabia feliz”-es hoy un país desgraciado y desértico encajado en
el Golfo de Adén, víctima desde el 4 de noviembre de 2017 del bloqueo total
impuesto por la coalición de países árabes que encabeza Arabia Saudí, la misma
que ahora encabeza las donaciones de millones de dólares con una cantidad que
no es nada en el país de los multimillonarios del petróleo.
La
guerra civil yemení es un conflicto que, desde julio de 2014, enfrenta a los
rebeldes chiítas houtis y, su hasta ayer enemigo, el ejército leal al
expresidente Al Abdallah Saleh,
quien controla la capital, Sanaa, y el norte con ayuda del muy fudamentalista
régimen de Irán, al gobierno de Abdrabbo Mansour Hadi,
elegido en 2012 tras la “revolución árabe yemení”, apoyado por el no menos
integrista gobierno de Arabia Saudí, cuya política cuenta con la aprobación
implícita de los gobiernos occidentales, especialmente los de Washington, París
y Londres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario