En una manifestación pública congregada en las afueras de la
cárcel 4 de Quito, gran cantidad de personas exigía la liberación de Jorge Glas
Espinel, Vicepresidente elegido democráticamente por el pueblo ecuatoriano,
actualmente inhabilitado por un montaje judicial propiciado desde el palacio de
gobierno, una forma de golpe de Estado blando para bajar a una autoridad
legítima. No hubo juicio político en el parlamento.
Esta situación contrasta con la absolución de
“Capaya”, Carlos Pareja Yannuzzelli, respecto del cual la Fiscalía General
se abstuvo de acusarlo por el delito de peculado. El informe absolutorio fue
elaborado por la fiscal Elba Garzón, en el caso que compromete recursos del
Estado en un contrato con la firma Jorge Vivar en la Refinería de Esmeraldas.
Este trato preferencial a “Capaya” ha sido cuestionado por el
Contralor General Pablo Celi, que ha solicitado su impugnación según sus
propias declaraciones:
“En la ejecución del contrato la empresa
incumplió el cronograma, generando un incremento también en perjuicio al Estado
de $ 1,8 millones. Estamos hablando de una lesión de unos $ 6 millones que pretende
ser desconocida por el dictamen abstentivo. Resulta, por lo tanto,
altamente lesivo a los intereses del Estado, evidentemente, lesivo al trabajo y
la acción de la Contraloría General del Estado”.
A la situación discriminatoria que sufre Jorge Glas, se une un
posible traslado a otro recinto penal lo que podría poner en riesgo su
integridad personal.
Desde su lugar de encierro, el Vicepresidente podía escuchar el
apoyo de sus seguidores, además de la voz de su señora y amigos. Mientras
tanto, su madre, desde Guayaquil, encabezaba otro grupo que se sumó a la
manifestación que se realizaba en Quito.
En Ecuador, la figura de Jorge Glas está creciendo en la medida
que se ha tomado conciencia de su condición de preso político, víctima de una
traición. En consecuencia, su liderazgo va en aumento, más allá de la
conspiración mediática, judicial y política que busca enterrar su imagen.
Cada día de cárcel se ha transformado en una presión ascendente
en contra del gobierno ya que la población logra visualizar, con la impunidad
de “Capaya”, que la lucha contra la corrupción solo es una falsa excusa
que sirve únicamente para perseguir a inocentes, como Glas. Las
comparaciones terminarán socavando la frágil y prestada base política de Lenín
Moreno y el tiempo avanza inexorablemente en contra del actual ocupante de
Carondelet.
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