Por Fernando Navarro Resumen Latinoamericano*,
10 de enero 2018.
Para conseguirlo, el poder
se vale del entretenimiento vacío, con el objetivo de abotagar nuestra
sensibilidad social, y acostumbrarnos a ver la vulgaridad y la estupidez como
las cosas más normales del mundo, incapacitándonos para poder alcanzar una
conciencia crítica de la realidad. En el entretenimiento
vacío, el comportamiento zafio e irrespetuoso se considera valor positivo, como
vemos constantemente en la televisión, en los programas basura llamados “del
corazón”, y en las tertulias espectáculo en las que el griterío y la falta de
respeto es la norma, siendo el fútbol espectáculo la forma más completa y
eficaz que tiene el sistema establecido para aborregar a la sociedad.
En esta subcultura del
entretenimiento vacío, lo que se promueve es un sistema basado en los valores
del individualismo posesivo, en el que la solidaridad y el apoyo mutuo se
consideran como algo ingenuo. En el entretenimiento vacío todo está pensado
para que el individuo soporte estoicamente el sistema establecido sin
rechistar. La historia no existe, el futuro no existe; sólo el presente y la
satisfacción inmediata que procura el entretenimiento vacío. Por eso no es
extraño que proliferen los libros de autoayuda, auténtica bazofia psicológica,
o misticismo a lo Coelho, o infinitas variantes del clásico “cómo hacerse
millonario sin esfuerzo”.
En última instancia, de lo
que se trata en el entretenimiento vacío es de convencernos de que nada puede
hacerse: de que el mundo es tal como es y es imposible cambiarlo, y que el
capitalismo y el poder opresor del Estado son tan naturales y necesarios como
la propia fuerza de gravedad. Por eso es corriente escuchar: “es algo muy
triste, es cierto, pero siempre ha habido pobres oprimidos y ricos opresores y
siempre los habrá. No hay nada que pueda hacerse”.
El entretenimiento vacío ha
conseguido la proeza extraordinaria de hacer que los valores del capitalismo
sean también los valores de los que se ven esclavizados por él. Esto no es algo
reciente, La Boétie, en aquel lejano siglo XVI, lo vió claramente, expresando
su estupor en su pequeño tratado Sobre la servidumbre voluntaria, en el
que constata que la mayor parte de los tiranos perdura únicamente debido a la
aquiescencia de los propios tiranizados.
El sistema establecido es
muy sutil, con sus estupideces forja nuestras estructuras mentales, Y para ello
se vale del púlpito que todos tenemos en nuestras casas: la televisión. En ella
no hay nada que sea inocente, en cada programa, en cada película, en cada
noticia, siempre rezuma los valores del sistema establecido, y sin darnos
cuenta, creyendo que la verdadera vida es así, nos introducen sus valores en
nuestras mentes.
El entretenimiento vacío
existe para ocultar la evidente relación entre el sistema económico capitalista
y las catástrofes que asolan el mundo. Por esto es necesario que exista el
espectáculo vacuo: para que mientras el individuo se autodegrada revolcándose
en la basura que le suministra el poder por la televisión, no vea lo obvio, no
proteste y continúe permitiendo que los ricos y poderosos aumenten su poder y
riqueza, mientras las oprimidos del mundo siguen padeciendo y muriendo en medio
de existencias miserables.
Si seguimos permitiendo que
el entretenimiento vacío continúe modelando nuestras conciencias, y por lo
tanto el mundo a su antojo, terminará destruyéndonos. Porque su objetivo no es
otro que el de crear una sociedad de hombres y mujeres que abandonen los
ideales y aspiraciones que les hacen rebeldes, para conformarse con la satisfacción
de unas necesidades inducidas por los intereses de las élites dominantes. Así
los seres humanos quedan despojados de toda personalidad, convertidos en
animales vegetativos, siendo desactivada por completo la vieja idea de luchar
contra la opresión, atomizados en un enjambre de egoístas desenfrenados,
quedando las personas solas y desvinculadas entre ellas más que nunca, absortas
en la exaltación de sí mismas.
Así, de esta manera, a los
individuos ya no les queda más energía, para cambiar las estructuras opresoras
(que además no son percibidas como tales), ya no les queda fuerza ni cohesión
social para luchar por un mundo nuevo.
No obstante, si queremos
revertir tal situación de enajenamiento a que estamos sometidos, solo queda
como siempre la lucha, solo nos queda contraponer otros valores diametralmente
opuestos a los del espectáculo vacuo, para que surja una nueva sociedad. Una
sociedad en que la vida dominada por el absurdo del entretenimiento vacío sea
tan solo un recuerdo de los tiempos estúpidos en que los seres humanos
permitieron que sus vidas fueran manipuladas de manera tan obscena.
*Fuente: La haine
No hay comentarios:
Publicar un comentario